Hablar con las mariposas

Por Sofía Sostres

A veces una lucecita de colores titila en el aire,
titila en una flor,
titila sobre la mesa del bar en la que escribo.
Aparece sin que la busque, va y viene hasta irse volando en zigzag.
Quizás asomará en otra mesa…
Un poco así surgen las piezas que están en esta muestra, de un instante
imprevisto que por alguna razón llama la atención, y al que se le presta atención.
Encuentros fortuitos que se van trenzando en un inventario afectivo que desborda
más allá de sí mismo. Desaparecen para volver a reaparecer en otros tiempos, en
otras formas.
Un sapo aplastado en el medio de la ruta,
la sombra que se proyectó en la pared de una casa,
el gesto de una estatua en la plaza,
algunos restos de cera chorreando del altar de san expedito
(es justo y urgente prestar atención).
✴ .
Las imágenes se mueven todo el tiempo, se meten dentro de ellas mismas y
vuelven a salir. Deambulan inquietas, se fugan saltando de un soporte al otro. La
foto de la foto de la foto ¿Dónde colocar el marco? ¿Hay figura y fondo?
Pliegue, despliegue, repliegue.
En ese juego aparecen algunos destellos tornasolados. Un recuerdo que se
improvisa, y a veces se vuelve tan íntimo que lo queremos guardar y colgárnoslo
del cuello con una cadenita. Pero es siempre frágil e inasible. Un batir de alas y lo
que estaba ya no está. Ensamble provisorio que no cesará de metamorfosearse
en otra cosa. Reencuadrarse de nuevo y arriesgar una ilusión otra.
Si nos aproximamos mucho a la luz nos quedamos ciegxs. Nada se venera, todo
se arma y desarma. Alguien dijo que el conocimiento mariposa es aquél poseído
por su propia destrucción, un movimiento guiado por el deseo de atravesar todas
las fronteras, incluso las de sí mismo.
En los vestigios de cera de la vela descansan sus fantasmas.
¿A dónde se irán volando?