loco pedazo de atmósfera

Tamara Goldenberg, Carolina Favre, Facundo Díaz, Esther López

Curaduría y texto por Gaspar Núñez

La historia es un conjuro que necesita de un protocolo para ser lanzado. Organiza el tiempo
pasado y cristaliza la memoria sobre las personas que evoca.
Seguido se discute sobre lo que es o no, o puede ser o no puede ser algo o alguien. Hasta
qué punto podríamos saber si lo que tenemos enfrente es o no un retrato.
Les invito a pensar que, durante las próximas semanas, este local -Talenta Galería- tomará
la forma de un retrato. Pero sin orejas y sin nariz, sin párpados ni pómulos ni cualquier otra
facción. Sin rostro. Un retrato de un sujeto tácito, “un pedazo de aire” o “un pedazo de
atmósfera”, como supo decir él para referirse a sí mismo.
Por eso no quiero tentarme en dar explicaciones de decir por qué la pulpa del papel aglutina
el cemento para erigir una forma monumental, por qué los poemas se arrancan tibios de su
cuaderno y se echan a la calle o al fuego, por qué unos discos de vinilo mudo se cubren con
imágenes parpadeantes de una ciudad veraniega o por qué en los paisajes enmarañados y
espesos los edificios se recorren a vuelo de pájaro.
Quiero pensar todo esto como un retrato.
Si son ciertas las personas que quisieron fundir el arte con la vida, hacer de su cuerpo, voz
y carisma una obra, entonces aquel arte se vuelve evanescente. Incorpóreo como una
fragancia. Quizás por esto Federico Manuel Peralta Ramos preguntaba con insistencia si
aún seguía vigente o a la moda. Inauguraba un arte sin objetos y, a su vez, imaginaba sobre
posibles formas de permanencia de ese arte volátil.
FMPR escribió “Qué lindo que es caminar por las calles de Buenos Aires, entrar en un bar y
tomarse un cafecito”. Se lo recuerda vagando por la ciudad a la que se mantuvo arraigado,
pero en verdad su ciudad se circunscribía a unas pocas cuadras. Un circuito acotado
alrededor de la “manzana loca”, el Instituto Di Tella, el Florida Garden, el kavanagh y donde
ahora mismo estamos. Imposible no pensar en los desbordes de su obra y su persona
flotando en la atmósfera citadina, las consecuencias de sus payasadas e ironías. Algunos
susurros de poemas que regalaba en papeles o al recitarlos. Anécdotas, pavesas y
accidentes que se mantienen en el aire y periódicamente se sedimentan juntas o no.
Este mes se cumplen 30 años desde su muerte.

Gaspar Núñez