‘los sueños discontinuos’ | valentina grinspan & majo caporaletti

Los sueños discontinuos Una vida sin arte es casi tan inconcebible como una sociedad sin historias. Las historias, funcionan como vehículos de memoria cultural y, al igual que la pintura, son las formas más antiguas de transmisión y prevalencia de conocimiento en la sociedad humana. Desde tiempos inmemorables, estas manifestaciones han sido esenciales para comunicar, educar y preservar la memoria colectiva.  Pensemos un momento en nuestra cotidianeidad, atravesada por una constante narrativa oral y visual. Consumimos historias a diario casi sin notarlo. Basadas en hechos verídicos o ficticios, pertenecientes a un sinfín de géneros, ciertos elementos y estructuras son recurrentes: el orden de una trama, los personajes y arquetipos, los puntos de tensión, un desenlace inesperado. Si contar, como ser objeto de una narración, es una costumbre aprendida, me pregunto: ¿Por qué necesitamos que nos cuenten cuentos? Al abrir el interrogante surgen respuestas tan diversas como adversas:  para conectar y escapar de la realidad,  para desarrollar y soportar la existencia, para imaginar y ejercitar lo simbólico, metáforas, analogías y sueños, las historias son un estímulo para la imaginación, para construir universos internos y aperturarnos hacia otros nuevos. En este sentido creo que la literatura opera de formas muy similares a las artes visuales, en plantar una semilla en el espectador-lector, y cito a Cortázar en “Algunos aspectos del cuento”, capaz de actuar como una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de la anécdota visual o literaria contenida en la obra o en el cuento.  Como sueños fragmentados de dos realidades ficticias, las obras hoy exhibidas de Valentina Grinspan y Majo Caporaletti, se unen en una única narrativa, donde sus poderosos elementos simbólicos son los verdaderos sujetos de sus historias. ¿Qué instantes significativos condensan?

Victoria Storni